Eran sus primeros años de formación y los dirigentes ya intuían que ese jugador tenía algo especial, pero no se atrevieron a imaginar que marcaría un antes y un después en el Barça y en la historia del fútbol. Entró al césped en el minuto 75. Tenía 16 años y ya llamaba con fuerza a la puerta de Primera. Su timidez sin el balón era su seña de identidad, pero en el césped se transformaba.